El negocio del territorio. Manuel Herce

Reseña del libro de Manuel Herce que próximamente se publicará en Urban

Pensamiento utilitario e inventos que cambiaron nuestras ciudades

En su nuevo libro Herce nos conduce por un recorrido de más de dos siglos, con el que explica su visión sobre cómo se ha conformado la ciudad moderna. Es una aproximación sorprendentemente directa, sencilla y eficaz si se compara con otros enfoques más poliédricos. Para el autor, la historia de la ciudad moderna va indisolublemente unida a las invenciones y al progreso de la técnica, que extiende infraestructuras de servicios que van a jugar un papel determinante en el “estallido” de la ciudad que se expande por el territorio, en lo que supone un jugoso negocio en la sociedad capitalista.

“El pensamiento utilitario que después de la Restauración sustituyó al ideario enciclopédico”, se tradujo en una sucesión de inventos y aplicaciones directas con las que mejorar la calidad de vida de sus habitantes y que transformarían el funcionamiento y el propio modo de vida urbana. Las mejoras eran a todas luces necesarias: en Liverpool algunos barrios alcanzaban los 2.000 habitantes por hectárea; los estudios sistemáticos habían puesto de manifiesto la conexión entre hacinamiento y enfermedad. Cerdá documentó cómo la esperanza de vida en 1836 se había reducido hasta los 25 años en Barcelona Central.

Ligado al desarrollo tecnológico, surge el urbanismo como “conjunción de la necesidad de regular la forma con que se concretaría el derecho de propiedad urbana con los requerimientos, físicos y financieros, de la construcción de las nuevas infraestructuras creadas en apoyo de la ciudad industrial”. La extensión de los servicios no siempre respondió a la lógica económica, entraba en juego también la voluntad política, por ejemplo el abastecimiento de agua y el alcantarillado son asumidos como obligación del poder público, por razones de índole sanitaria.

Si algo queda claro en el libro, es que detrás de cada uno de los servicios o técnicas que hoy damos por supuesto, hay una larga lista de inventores y emprendedores, de ideas y de patentes. No todas tuvieron éxito y el de algunas invenciones, como el telégrafo, fue efímero, pero todas forman parte de esa evolución. El autor recoge cientos de nombres e historias que acompañaron desde la invención de la máquina de vapor a la revolución en el transporte y la edificación en altura, pasando por la introducción del acero y la siderurgia, la irrupción de la ingeniería sanitaria y las redes de alcantarillado, el alumbrado público y la electrificación urbana y doméstica.

Creciente importancia del capital y la banca

La extensión de la ciudad ligada a estas infraestructuras, estuvo desde sus inicios indisolublemente unida a la evolución del derecho a la propiedad y la creciente importancia de la banca y el capital. El trinomio invento-patente-desarrollo comercial se sustentó en la capacidad de atraer capital inversor y en la creación de una “demanda sostenida del nuevo producto”. Las alianzas entre capital y técnica determinan el impulso de ese desarrollo tecnológico. Surge “una nueva clase social que se sentía llamada a la transformación de la sociedad a través del espíritu emprendedor y de su capacidad de acumular propiedad y capital. El Estado era su paraguas protector; la ciudad su campo de operaciones”.

En nuestro caso, la debilidad del capitalismo español, que había consumido sus recursos en acaparar bienes durante la desamortización, le hacía dependiente de inversiones extranjeras. Por ello, las compañías extranjeras fueron casi “omnipresentes” en el siglo XIX en la creación del mercado de nuevos servicios. Uno de los frutos de esa alianza entre inversores extranjeros con élites locales fue el desarrollo del alumbrado público por gas y su posterior sustitución por electricidad. En el proceso se creó una “nueva clase dominante cuyos apellidos son frecuentes todavía hoy en consejos de grandes empresas y bancos españoles”.

Urbanismo posible

El libro no es una mera recopilación histórica, llega hasta nuestros días, revisa los distintos intentos -tantos de ellos fallidos- de ordenar y planificar territorialmente el crecimiento, el descenso de los planes hacia la reforma urbana y de ésta hacia el proyecto y la ciudad como espectáculo. Apunta cuál puede ser el futuro “urbanismo posible”, desde la conciencia de los límites ecológicos del planeta, con el fin de las fuentes de energía barata basada en los combustibles fósiles. Certeramente apunta que el cambio de paradigma “atenta directamente contra potentes intereses creados” y por lo tanto no se va a producir sin conflictos, como ya se pone de manifiesto en los intentos de privatización de servicios públicos. Son conflictos que los planes urbanísticos intentan sortear a través de una aproximación tecnocrática y burocratizada, que es a la postre incapaz de dar una respuesta real. Tampoco las soluciones constructivas, arquitectónicas o de transporte (coches eléctricos) que se venden como sostenibles, salen muy bien paradas del análisis. El autor es más optimista respecto a otras aproximaciones más radicales que abogan por la austeridad y la complementariedad con la naturaleza. No tardaremos mucho en ver si estamos a la altura de lo que demanda nuestro planeta y la sociedad: un urbanismo que garantice el acceso a los servicios y la conquista de la equidad.