El consumo desde lo colectivo, en clave de sostenibilidad

blogConsumoColectivoParticipar en grupos de consumo, en huertos comunitarios, en proyectos de agroecología ¿nos hace más sostenibles?
Con esta pregunta rondándonos la cabeza iniciamos hace dos años largos un estudio sobre cómo esos proyectos cambian nuestra manera de consumir y de participar en la comunidad. Nuestra propia experiencia nos mostraba que lo que a veces empieza casi como una casualidad, acaba llevándonos a implicarnos en la vida del barrio, comer menos carne, ir más en bici… Así que lanzamos un breve cuestionario para contrastar si lo que es una percepción habitual, podía quedar respaldada con datos y llegado el caso, reforzar las reivindicaciones en favor de este tipo de alternativas.

El cuestionario tuvo muy buena acogida, procesamos las respuestas y le dimos forma de artículo para compartir con participantes y personas interesadas. El artículo se publicó en la Revista Soberanía Alimentaria, con gran alegría por nuestra parte, por ser una revista referente para nosotras.

El artículo “El consumo desde lo colectivo. Lectura en clave de sostenibilidad” se puede descargar aquí
Viene a decir que “Formar parte de iniciativas agroecológicas como grupos de consumo autogestionados y huertos comunitarios induce cambios en los modos de vida, los patrones de consumo y la dieta. Quienes entran a participar lo hacen siendo conscientes, al menos parcialmente, de los problemas sociales y ambientales asociados a los sistemas de alimentación global. Implicarse en proyectos de alterconsumismo y huertos comunitarios refuerza esa conciencia, la amplía a otros campos y les permite sentirse partícipes de la construcción de alternativas desde lo colectivo”. Leer más

En los tiempos actuales, en los que se están cuestionando los límites de los grupos de consumo y se habala de desactivación social en los huertos… el reto de salir de nuestro espacio de confort y lograr un equilibrio que merezca la pena, que extienda modelos alterconsumistas sin perder esencia transformadora, sigue ahí.


Alimentarnos en biodiversidad

teresaFernandez

Dicen que cuando en Chicago quisieron recuperar las poblaciones de especies nativas, tuvieron que ir a la ciudad a buscarlas. La agricultura industrializada, que se extendió por los campos alrededor de la urbe, había acabado con la biodiversidad local y entonces, paradójicamente, algunas especies encontraron refugio en medio de la ciudad de Chicago, en sus parques y jardines. Aunque extremo, no fue un caso aislado; allá donde se impuso, la agricultura industrial homogeneizó cultivos y paisajes y acabó con las estructuras ecológicas y sociales que hasta entonces sustentaban unos sistemas territoriales integrados y complejos.
Desde hace un par de décadas, la agroecología se presenta como una vía para reconstruir esas estructuras y crear unas nuevas relaciones urbano-rurales basadas en la solidaridad y en la justicia social, aplicando los principios de la ecología a los sistemas productivos agrarios y persiguiendo un acceso más justo a los alimentos y a los medios de producción. A veces, incluso, llega a parecer que con la agroecología recuperaremos desde la sociedad la capacidad de disputar los espacios hegemónicos del poder.

(Artículo de Marian Simón Rojo y Andrés Couicero, publicado en El salmón contracorriente)

Agroecología y biodiversidad

El binomio agroecología y biodiversidad es indisoluble. La agroecología (que no es lo mismo que la agricultura ecológica), se apoya en la integración de los sistemas agrícolas, forestales y ganaderos, en una mayor variedad de cultivos con sistemas de rotaciones, en el manejo integrado de plagas, reduciendo el uso de combustibles fósiles y de productos químicos sintéticos, tanto fertilizantes como fitosanitarios y en el cierre de ciclo de nutrientes reintegrando al sistema los residuos vegetales y el estiércol.

El manejo agroecológico de los sistemas agrarios se apoya necesariamente en una gestión integrada de la biodiversidad, pues sin ella no serían viables. Frente al monocultivo propio de la agricultura industrial, la agroecología se basa en el policultivo. Como explicaban Altieri y Nicholls [1], los policultivos “reducen los riesgos de plagas y enfermedades, mejoran la calidad del suelo y hacen más eficiente el uso del agua y nutrientes, incrementan la productividad de la tierra y reducen la variabilidad de los rendimientos”. Así que, frente a la creación de grandes explotaciones con condiciones homogéneas, que permiten la mecanización y maximizan los rendimientos a corto plazo (y a costa de aportar gran cantidad de energía e insumos desde el exterior), la agroecología busca la creación y el aprovechamiento de situaciones diferentes de humedad, de temperatura, de nutrientes y de luz, que permitan el desarrollo de distintas especies y su complementariedad.

La agrobiodiversidad es pues una parte esencial de la biodiversidad. Tal y como la define la FAO, la agrobiodiversidad es el resultado de largos procesos de selección natural y de exploración inventiva de quienes vivían de la agricultura y la ganadería, de los bosques y la pesca, que fueron acumulando conocimiento sobre su manejo y decantando cuidadosamente las especies adaptadas a cada contexto específico.

Un zoo en el supermercado

En la actualidad “solo cinco especies alimentan al mundo” ya que, como denuncia la FAO mientras que a lo largo de la historia, el hombre ha cultivado cerca de 7.000 especies de plantas para el consumo, en la actualidad son solo cinco cultivos de cereales los que proporcionan el 60 % del aporte calórico global.

Mirando a nuestro entorno y olvidando esa cifra, podría parecer que, a pesar de todo, vivimos inmersos en una gran agrobiodiversidad. Al fin y al cabo, cada vez tenemos a nuestro alcance más alimentos y más variados. Pero si algo nos enseña la agroecología en su búsqueda de complementariedades y sinergias entre especies y sistemas, es que no basta con que una gran variedad de especies compartan el mismo espacio, solo tendrá sentido hablar de biodiversidad si se dan interacciones entre ellas. Un zoo es el ejemplo caricaturizado de máxima diversidad de especies con mínima interacción, mínima interdependencia y nula autonomía. Algo similar pasa con los supermercados, sus baldas están repletas de multitud de mercancías, prestas a potenciar primero y saciar después, nuestras ansias de consumo. Es una superposición de alimentos que no tienen ninguna relación entre sí a lo largo de toda la cadena productiva. Cada uno de ellos ha seguido un esquema lineal de producción y nos llega como un objeto desconectado tanto de la realidad física como de la realidad social de las distintas personas (cada vez menos) que han participado en su elaboración. De hecho, la única relación que tenemos con cada alimento es como objeto de consumo y mediada por el dinero. En cuanto a todos los actores que participan en la cadena, son perfectamente anónimos e invisibles.

Saltarse ese sistema de consumismo autista es lo que pretenden los movimientos gestados en torno a la creación de nuevos vínculos entre campo y ciudad, entre producción y consumo, desde la justicia social y ambiental. Grupos de consumo, cooperativas integrales, redes de apoyo entre productores/as y consumidores/as, movimientos por la soberanía alimentaria o plataformas sociales que, como Madrid Agroecológico, intentan contribuir a la articulación de esa miríada de proyectos emergentes, son la respuesta ciudadana que puede hacer real la transición agroecológica y biodiversa en un futuro próximo.

Agrobiodiversidad en el discurso político

Al tema de la biodiversidad, los organismos internacionales llegan tarde, pero llegan. En 2011 se publicó la “Estrategia de la Unión Europea sobre la biodiversidad hasta 2020: nuestro seguro de vida y capital natural”. El título no puede ser más expresivo, hay consenso en que la biodiversidad nos protege y hace a los ecosistemas y a nuestras sociedades más resilientes ante las perturbaciones. La biodiversidad es esencial para el desarrollo y el bienestar humano y su preservación está en la agenda política. Empezó a abrirse camino hace dos décadas, cuando se fijó 2010 como la fecha límite para detener la pérdida de biodiversidad. Pero 2010 pasó y la biodiversidad del planeta sigue menguando; ahora el hito es 2020, cuando se espera que se logre minimizar la erosión del patrimonio genético y se preserve la diversidad genética, también la de las plantas de cultivo y animales domésticos. La FAO cuenta con una Iniciativa Internacional para la Biodiversidad de la Alimentación y la Nutrición, una suerte de guía sobre buenas prácticas encaminadas a preservar los recursos genéticos vinculados a los sistemas agroforestales para la alimentación.

Puede que se hayan logrado avances sustanciales en la preservación de variedades y razas a través de los bancos genéticos, pero Naciones Unidas alerta de que queda mucho por hacer en la preservación de la biodiversidad in-situ. Por ahora, son los sistemas campesinos (tanto los tradicionales como los emergentes) los que se están ocupando de mantener la biodiversidad en el entorno agrario y la agroecología trata de profundizar en ese camino.

En cualquier caso, está claro que pasar del discurso político y las declaraciones grandilocuentes en favor de la biodiversidad y de la agricultura “sostenible” a la práctica, no está exento de contradicciones. Asociar, como hace Naciones Unidas, la conservación de la biodiversidad en sistemas agrarios a una gestión sostenible apoyada en certificaciones ecológicas, no puede por menos que despertar suspicacias. La pérdida de agrobiodiversidad (y de las estructuras sociales y del conocimiento que la manejaban) es resultado directo de la difusión de la agroindustria y del modelo agroalimentario globalizado, que también alcanza a ese sistema de certificaciones. Así que tiene sentido preguntarse ¿se puede transitar a un modelo sostenible que recupere la agrobiodiversidad sin cambiar el sistema económico?

¿Necesitamos otra revolución verde?

La preocupación por la seguridad alimentaria se extiende por todos los ámbitos, ya no es solo cosa de los países empobrecidos. Se prevé que en algunas zonas de los países desarrollados la productividad agrícola disminuya entre un 20 y un 40% debido a los efectos del cambio climático. La presión sobre los recursos naturales es cada vez mayor. Tenemos como sociedad un reto global, que algunos ven también como una posibilidad de negocio global.

Dicen que los hijos de aquellos que impulsaron la agricultura industrializada, hoy andan embelesando al mundo con las bondades de la agricultura climáticamente inteligente. También ellos afirman que la agrobiodiversidad desempeñará un papel crucial en la lucha contra el hambre, puesto que garantiza la sostenibilidad medioambiental y permite, con unos manejos inteligentes, aumentar la producción de alimentos. Su nombre en inglés es Climate Smart Agriculture, CSA por sus siglas. CSA significaba hasta ahora Agricultura Apoyada por la Comunidad (Community Supported Agriculture). Nos tememos que no es casualidad que hayan decidido apropiarse de unas siglas que respondían a un modelo alternativo de relaciones y compromisos entre consumidoras/es y productoras/es. Nos podemos preguntar quién gana con la confusión y con el ninguneo de la agricultura apoyada por la comunidad. No sería extraño que pronto los documentos sobre agricultura climáticamente inteligente empezaran a estar plagados de referencias a la agroecología, lo mismo que los documentos de las estrategias europeas.

Quienes son capaces de recordar, nos previenen para que no caigamos en la euforia al ver que la agroecología permea las instituciones, porque puede que solo llegue el nombre y se pierdan los principios en el camino. Estamos sobre aviso, pues ahora ya sabemos cuan grande es la capacidad del poder para apropiarse de los conceptos y adulterarlos, despojándolos de su capacidad transformadora.

 

 


Planificación biorregional para comenzar a transitar “la gran encrucijada”

Minientrada

portada-la-gran-encrucijada-185x300Nos encontramos en una encrucijada, es decir: en un cruce de caminos, y también: en una situación difícil en la que no se sabe cómo actuar. Además es urgente decidir hacia dónde se van a encaminar nuestras acciones en el medio plazo, siendo conscientes de lo que ello supone para el futuro. De la necesidad insoslayable de un cambio de rumbo dan cuenta las evidencias de que afrontamos una crisis ecológica y social. En el libro La Gran Encrucijada se sintetiza el diagnóstico del cambio global que afrontamos, y se plantean las transformaciones necesarias para reorientar nuestro modelo de desarrollo. El libro, que se puede descargar gratuitamente, da pie a una colección de documentos de divulgación denominada Tiempo de Transiciones, en la que se irán publicando on-line documentos e informes sectoriales que avancen en las propuestas y relatos de este cambio de rumbo.

Junto a otras autoras y autores, hemos realizado una breve reflexión como complemento del texto, que se presenta como tema de debate al final del libro. En nuestro caso aludiendo al concepto de biorregión y a la necesaria reterritorialización del sistema socioecológico.

seccion-valleHablamos de biorregión, que es literalmente el lugar de la vida, el espacio de referencia en el que empezar a reconstruir esas relaciones perdidas entre sociedad, economía y procesos naturales. El lugar del que obtener los recursos que necesitamos, pero de forma que contribuyamos a su reproducibilidad; en el que reconciliar ciudad y campo y entenderlos como dos partes complementarias de un mismo espacio que sustenta la vida; en el que recuperar el conocimiento y la relación directa con los ecosistemas y las comunidades en que vivimos…

Hablamos de reterritorializar, porque se trata de recuperar algo que era intrínseco a nuestras economías. Nuestras sociedades estuvieron arraigadas en el territorio en el pasado, pero tras décadas de globalización y desmaterialización de la economía, casi hemos destruido por completo el valioso conocimiento que vinculaba las distintas culturas, paisajes, patrones de asentamientos, sistemas agrarios, gastronomías, etc, con el espacio concreto en el que vivimos.

Tendremos que avanzar poco a poco en esta reterritorialización, fijando umbrales alcanzables y acompasando el cambio de rumbo de las economías con el cambio en la percepción y en el compromiso social. Distintas iniciativas emergentes, luchas en defensa del territorio y por la soberanía alimentaria nos muestran el camino que hay que recorrer y las alianzas urbano-rurales necesarias para darle una base sólida.

Y en breve la segunda edición del curso La mirada biorregional: Ciudad, territorio y alimentación. En la plataforma de formación on-line de Ecologistas en Acción.

Semillas en la ciudad. Agricultura urbana en Madrid

AUAPU

Hace algún tiempo, Fernando  Fernández nos invitó a contribuir con un capítulo sobre Agricultura Urbana, a la serie que estaba preparando el Club de Debates Urbanos. Fue un honor compartir libro con grandes referencias del mundo del urbanismo.

El capítulo se puede descargar desde su página o aquí. Este mundo se mueve rápido y ahora hay todavía más iniciativas e impulsores. Estas son algunas de nuestras principales ideas recogidas en aquel momento en aquel capítulo: Sigue leyendo


EL PARQUE AGRARIO, el libro.

Surcos Urbanos ha colaborado con Heliconia S. Coop.Mad. en la publicación del libro El Parque Agrario. Este libro recopila diversas reflexiones, análisis y metodologías de expertos en la materia con el objetivo de servir de referencia a efectos de futuras incorporaciones del Parque Agrario en nuevos marcos legislativos y/o normativos, así como de servir de guía a nuevas experiencias que quieran articular esta figura en su territorios.

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Programas franceses a favor de la agricultura periurbana

VelauxMarian Simon Rojo, profesora asociada DUyOT (UPM)

En 2010 el GIAUS estaba embarcado en una investigación sobre “El espacio agrario entre la ciudad y el campo“, por encargo de CEA-Vitoria. Mientras trabajaba en el caso de Montpellier, me crucé con unos prometedores instrumentos franceses para proteger y dinamizar la agricultura periurbana (por ej. Périmètres de Protection et de Mise en Valeur des Espaces Agricoles et Naturels Periurbains). Unos años más tarde, gracias a la COST Action UAE he tenido la oportunidad de desarrollar una Short-Term-Scientific Mission en el INRA-Ecodeveloppement de Aviñón. Los objetivos de la STSM eran: Sigue leyendo